domingo, 9 de julio de 2017

Más que ganarle a Macri, el problema a largo plazo es hacerlo por tan poco (Parte I)


Fue erróneo haber considerado en pasados artículos que la gestión de Mauricio Macri al frente del Ejecutivo Nacional, no era la de presidente, sino la de un concesionario. Esa conclusión sería otorgarle una inadecuada jerarquía empresarial en razón a su naturaleza de asociación ilícita, proclive al endeudamiento compulsivo, la maniobra especulativa, así como la generación paupérrima de negocios perjudiciales a la Nación, en contra de la mayoría de los ciudadanos. El auténtico calificativo de esta administración ni siquiera debería ser el rótulo de gobierno, sino de “ente liquidador”. Los motivos se basan en que los argentinos dejaron de ser los rectores del destino de su propia Patria, sometida al desguace, a la pérdida de su patrimonio, de los recursos naturales puestos en garantía del pago, de la innecesaria adquisición de una deuda que demorará cien años antes de ser saldada. Desentendimiento alevoso Durante el día y la noche, cuando la conciencia puede hacer estragos aún en las mentes inescrupulosas, desde la nefasta llegada de Macri llamó la atención el notorio silencio de muchas de las voces que solían despotricar tanto veneno inoculado. ¿Reconocimiento de los hechos en puerta? En absoluto. Demasiada deshonestidad no da para hacerse ilusiones, ni llegar tan lejos. Ahora, en tiempos de hambre, atropello, desempleo, represión sistematizada, frente a los reiterados avasallamientos de derechos inalienables, doliendo como jamás podrían hacerlo las falsas acusaciones, las conjeturas sin pruebas, las diatribas de los personajes llamados a generar confusión, las percepciones se multiplican con fuerza inversamente proporcional a las crudas realidades del ajuste. Cuando la urgencia de justificar actos dañinos alcanza parámetros de desesperación, luego de dar vueltas, con la mirada incapaz de sostenerse sobre un punto fijo, los odiadores seriales buscan inculcar a sus interlocutores la obligación de aceptar de manera voluntaria un castigo terrible. Como si fuera necesario afrontar las consecuencias de haber “vivido bien”, al menos para hacerle el “caldo gordo” a los “profetas del despilfarro”, los cuáles resultan incapaces hasta de explicar dónde se encuentra el dinero que “ya nadie roba”, o porqué lo “guardan” en cuentas off shore de Panamá. Omitiendo a los “casi extintos” defensores de la teoría de la “pesada herencia”, hasta los perfiles de los otrora opositores en las redes sociales se fueron vistiendo de simpáticos perritos, de frases gastadas de Gandhi, de la típica indiferencia, una vez consumado el despojo del cual fueron cómplices. En realidad, el verdadero culpable no es Macri, su gabinete, sino quienes los pusieron a gobernar para quitarle al otro la “ayuda”, el “plato de comida” que no podría obtener en el marco de un modelo económico adverso como el actual, porque de forma maliciosa se oponen a la redistribución de los impuestos en función de políticas de justicia social, capaces de abarcar al conjunto de la población de la cual también son parte. No se resignaban a pagar ganancias moderadas, aunque más adelante justificaran desde tarifazos e impuestazos, hasta caídas del salario real de más del cincuenta por ciento entre ajustes o inflación. Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI (DNI: 20573717)

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