jueves, 19 de abril de 2018

INTERVENCIÓN DEL PARTIDO PERONISTA, INTENTO DE MACRI PARA REFUNDAR UN PAIS DE HAMBRE Y MISERIA


Todas las acusaciones de los medios de comunicación hegemónicos y de la oposición a los gobiernos kirchneristas que los financiaban, ocurrió en sentido inverso cuando Mauricio Macri llegó al poder. La diferencia de unos pocos puntos en las pasada elecciones de renovación parlamentaria a favor del gobierno, ni la represión de las crecientes oleadas de protesta contra su pésima gestión a lo largo del territorio nacional, fueron suficientes para complacer las ansias del gobierno por perpetuar un modelo de miseria generalizada. En comparación de las pasadas administraciones neoliberales, la actual pretende imponer un verdadero “proceso de reorganización nacional” irreversible, sin vuelta atrás, donde la apariencia formal de un estado democrático no puede disimular la real, consistente en una verdadera recreación de aspectos fundamentales de los pasados gobiernos de facto, hermanados por el mismo modelo social, político y económico. Resistencia Aunque paradójicamente el macrismo ganó a través de las urnas el derecho que los distintos regímenes dictatoriales pudieron obtener de forma transitoria por la fuerza, es necesario reconocer que muy probablemente hubiera contado con mayores chances de cumplir su propósito, de no haberse avanzado en el empoderamiento de los derechos adquiridos. En la actualidad, después de muchos años el pueblo argentino tiene mayor conciencia que nunca de cuanto le corresponde. Pudo conocer el significado de contar con una buena calidad de vida alcanzado beneficios materiales antes impensados, accediendo al trabajo, la salud, la educación, el crédito, por medio de un sistema capitalista de orientación nacional y tres gobiernos legislando en favor del interés de las mayorías argentinas. Al reflorecimiento del sentido de pertenencia; del descubrimiento del verdadero significado de democracia no solamente a partir de la participación popular, sino de la distribución equitativa de la renta y la igualdad de oportunidades, tuvo lugar el surgimiento de organizaciones sociales viniendo a reforzar esos conceptos. Esto provocó que frente al dramático descenso de la calidad de vida y ante la inminencia de un muy probable descalabro electoral en las elecciones presidenciales del año entrante, el gobierno macrista tomara la desesperada decisión de intervenir al Partido Justicialista, a fin de neutralizar la efectiva estructura del principal movimiento político opositor. Una imitación perfecta en plena democracia, de lo hecho por las dictaduras de los represores Pedro Eugenio Aramburu, Juan Carlos Onganía, Alejandro Agustín Lannusse y Jorge Rafael Videla. “Un socio ideal” La jugada macrista no da puntada sin hilo. Cuando las relaciones del gobierno con la burocracia sindical no se encuentran en su mejor momento, el designado interventor resulta ser el polémico dirigente sindical, Hugo Barrionuevo. Este gastronómico, ex presidente del Club Atlético Chacarita Juniors, creador de la inolvidable frase “hay que dejar de robar por dos años” e iniciador de una auténtica asonada tras perder las elecciones a la gobernación de Catamarca, por citar algunos de los escándalos que protagonizó, constituye una pieza más en el engranaje de Macri, como antes lo era de Carlos Menen. El claro objetivo: Construir una alianza de cara a las presidenciales de dos mil diecinueve, dividir el apoyo del movimiento sindical, impedir el entendimiento al menos de una gran parte con sectores afines al peronismo y “de yapa”, contribuir al divorcio de las principales organizaciones obreras con los trabajadores, mediante la compra “en efectivo” de conciencias. Los antecedentes de Barrionuevo lo convierten en uno de los más idóneos para el cargo. Sobreviviente a los extintos José Rodríguez, Víctor de Genaro o Lorenzo Miguel, puede afirmarse que fue otro de los encargados de “vender” los derechos laborales a las grandes empresas durante la década menemista. En cambio, hasta la llegada del macrismo se mantuvo desempeñando un rol opositor entre las sombras, saboteando a los gobiernos que más los beneficiaron a nombre de la “defensa de sus derechos”, cuando en realidad era porque no lo habían otorgado la “acostumbrada paga”. Propósito, intransigencia y movilización permanente La máxima aspiración del macrismo es devolver a fojas ceros los avances alcanzados en materia de desarrollo, autonomía, independencia económica, derechos humanos o los avances en materia de educación, salud y justicia social. Dichos logros, gracias al manejo responsable de las finanzas, posibilitaron a la vez el desendeudamiento del país a gran escala, llegando a la posibilidad de asumir el pago de los compromisos a través de un porcentaje relativamente bajo, sin acudir a los usuales créditos otorgados por organismos financieros internacionales. Aunque resulte contradictorio, esa situación privilegiada fue la que le permitió al macrismo tomar deuda de forma compulsiva para destruirla, a fin de redireccionar el país hacia un modelo dependiente de la exportación de materias primas, bienes o servicios, con la variable de ajuste fijada en los costos de producción incluyendo bajos salarios. La medida unilateral, arbitraria e inconsulta obedece a la creciente necesidad de dominar al hasta ahora máximo movimiento político, capaz de agrupar a amplios sectores sociales en la enconada defensa de sus intereses y derechos inalienables. Despojados de la herramienta del aparato partidario tanto dirigentes como militantes, la organización se torna precaria e insuficiente. No alcanza con fundar nuevos espacios políticos ni trabajar a destajo por la recuperación del poder. Hace falta la estructura, el mecanismo adecuado para trabajar desde las bases a la organización de las altas esferas. Como se mencionó anteriormente, aunque la organización política pudo haber sido intervenida en otras ocasiones, aún tomada con fines electorales por representantes de la antítesis de los postulados peronistas de inclusión social, la historia demostró no sólo la recuperación de la esencia ideológica, sino la fusión de la misma con la conciencia reivindicatoria y el sentimiento popular. El único camino posible para lograrlo, es la completa intransigencia frente al accionar macrista, el constante señalamiento de sus secuaces, el pregón en las calles o redes, la concientización de los ciudadanos, la movilización permanente indispensable. Recuperar el partido, después la Nación y por último, una vez devueltos a sus cloacas asquerosas, tomar los debidos recaudos sin prescindir ni ahorrar métodos para asegurar que esta escoria no vuelva jamás a gobernar la Argentina. Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI (DNI: 20573717)

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